Decir “no” puede ser uno de los actos más simples… y a la vez más difíciles. Muchas personas cargan con una culpa profunda cada vez que ponen un límite, como si estuvieran fallando, decepcionando o siendo egoístas. Pero poner límites no es una forma de rechazo: es una forma de autocuidado.
Decir “sí” cuando en realidad quieres decir “no” desgasta. Te desconecta de tus necesidades, genera resentimiento y termina alimentando vínculos desequilibrados. Aprender a decir “no” con firmeza, pero sin agresividad, es una habilidad emocional que se puede desarrollar. No se trata de ser duro, sino claro.
Puedes empezar con frases como:
- “Gracias por pensar en mí, pero esta vez no puedo.”
- “Ahora mismo necesito tiempo para mí.”
- “No me siento cómodo con eso, prefiero dejarlo pasar.”
Recuerda: cada vez que eliges decir “no” desde la honestidad, te estás diciendo “sí” a ti mismo. Y eso también es salud mental.
